Cuando el videojuego saca su verdadero potencial como obra de arte. Cuando el imaginario producto de escenas limitadas por los encuadres de un director, o los textos clásicos de la ciencia ficción, cobran vida. Cuando la obra nos habla, nos invita a explorar, retuerce nuestra percepción y deja volar nuestra imaginación. Cuando nos brinda un relato que pone a prueba incluso nuestra percepción de la realidad y la sociedad en que vivimos. Cuando pasa eso, amigos míos, ahí es.
Creo que ya solo con el título que precede a este párrafo se entiende no solo la magnitud y el calibre de una obra, sino la titánica tarea que ha implicado el poder llevarla a cabo. Karma: The Dark World no es solo un videojuego, es adentrarnos en la mente distópica del mejor George Orwell mezclado con la visión surrealista de David Lynch. Es explorar sus universos y su imaginería, es recrearse en cada trozo de papel, persona y escenario. Es volver a los sueños de Dale Cooper y al control total de Winston Smith para, una vez más, vivir sus tragedias y sentirlas como si fueran nuestras.
Hoy os traigo un videojuego que, tanto si vienes de la ciencia ficción distópica, del cine surrealista, o del thriller psicológico con dosis de terror, estás de enhorabuena. Karma: The Dark World es todo eso y mucho más.
Karma: The Dark World se ambienta en una versión alternativa de Alemania Oriental de 1984. En algún momento de la historia, tras las guerras y los genocidios, la Leviathan Corporation apareció para poner orden y traer la paz. Para asegurarse de que eso se seguía cumpliendo, transformó la sociedad en una completamente autárquica, con extremada vigilancia, y a la cual gobierna con mano de hierro.
Las personas son asignadas a un puesto y funciones dentro de la sociedad. La corporación controla y monitoriza absolutamente todos los aspectos de la vida, y la moneda de cambio son los créditos sociales. Si trabajas duro para la compañía, podrás ascender a un nuevo grupo social y, por lo tanto, tendrás acceso a nuevos privilegios como puestos de trabajo más cómodos, entablar relaciones, o poder tener hijos. Si eres descubierto realizando alguna acción indebida se te castigará degradándote socialmente de por vida.
Pero aún así sé agradecido, trabaja orgulloso, perteneces a la compañía, y la compañía está por encima de todo.
El protagonista es Daniel McGovern, un agente itinerante que trabaja para la Leviathan Corporation cuya función es introducirse en los mente de los acusados de cometer cualquier infracción. Tendremos que recoger pistas de los sucesos, unir los trozos de historia fragmentada diseminados por los escenarios y, por supuesto, informar a la corporación de los resultados obtenidos.
A simple vista parece un planteamiento simple, pero nada más lejos de la realidad. En Karma: The Dark World tendremos que no tendremos que lidiar solo con la mente de los acusados, sino con la nuestra propia. Durante la misión a Daniel le aparecerán visiones, incluso glitches en la realidad. Algo no va bien, eso está claro, pero ¿realmente estamos en la realidad? ¿qué es la realidad?
Nada más iniciar el juego, Daniel despierta en lo que parece ser una habitación de hospital, sin apenas recuerdos. Todo parece familiar y acogedor, pero esos glitches no tardarán en aparecer y nuestra única solución es avanzar hasta una cámara en la que tendremos que sumergirnos para explorar nuestros propios recuerdos fragmentados, retroceder en el tiempo hasta 1976, cuando todo comienza.
Sobra decir que cuanto menos se sepa de la historia, infinitamente mejor, y es que Karma: The Dark World nos ofrece ese tipo de experiencias que comienzan in media res para producirnos esa sensación de intriga para retroceder y contarnos la historia desde el principio. Pero, ¿es así o seguimos en 1984 explorando nuestros recuerdos?
Solo puedo decir una cosa al respecto: y es que el inicio del juego ya nos dice que estamos ante algo atípico, que va a requerir de nuestros cinco sentidos para disfrutarlo y comprenderlo. Preparaos porque la experiencia promete retorceros la cabeza de varias formas al atravesar capas y capas de realidad, comenzando por nosotros mismos.
Normalmente en este tipo de juegos a lo que menos cuenta le echo es a la factura técnica. Soy de los que piensan que para contarte una buena historia no hace falta de un gran despliegue en este sentido. De hecho en este análisis no pensaba tocar este apartado porque creo que los tráilers y las imágenes hablan por sí solos.
Pero lo cierto es que no sería justo ni con vosotros ni con el juego si no os comento brevemente que Karma tiene un apartado técnico que es una verdadera maravilla. Los entornos están realizados con una exquisitez increíble. Son detallados, envolventes y tremendamente bien ejecutados en iluminación, partículas y texturizado. Que no os sorprenda si en algún momento os quedáis parados admirando el escenario y sus detalles. Y si no sois de esos, os recomendaría que lo hicierais, merece muchísimo la pena.
Bueno y algo también muy a favor de Karma: The Dark World en este sentido es la fluidez y la optimización. El juego corre perfectamente en equipos que no sean de gran calibre, los FPS no caen nunca aunque sí es cierto que es posible que sufráis algún pequeño tirón momentáneo. Pero nada que vaya a estropear la experiencia.
Como ya he comentado, Karma: The Dark World se viste de thriller distópico con cierta dosis de terror psicológico. De hecho es posible que penséis, al ver los tráilers, que lo último es la tónica principal, pero ni mucho menos se reduce a eso. Los momentos de terror se reducen a jumpscares momentáneos y a la sensación agobiante de determinados escenarios. Es posible que os sintáis en tensión al recorrer determinados pasillos o realizar acciones en las que normalmente piensas “vale, ahora se vendrá el susto” y que eso no pase. Y esto se agradece, que no abuse de las técnicas de terror que tan manidas están ya en pos de ofrecer una experiencia bastante fresca dentro del panorama. Eso sí, tampoco os relajéis.
Ya cumplidos con el apartado anterior me gustaría seguir con aquello que hace fuerte y diferenciador a Karma: The Dark World. En la sociedad que te retratan, el individuo es reducido a un engranaje social y de producción. El régimen totalitarista establecido por la corporación priva de cualquier atisbo de singularidad. Los personajes son cuerpos trajeados cuya cabeza es reemplazada por un monitor que proyecta una imagen de un rostro común y neutro. Todo está dispuesto por la compañía para que no pienses, no cuestiones, simplemente cumple con tu cometido dentro de la comunidad.
Pero conforme exploramos un poco las calles o nos topamos con el resto de personajes vemos la realidad: pequeñas insurrecciones, callejones llenos de individuos abatidos de agotamiento o desesperación, alcoholismo o algo peor. Los pasillos de las oficinas de la corporación están llenos de estos personajes, algunos comprobando sus créditos ganados con su duro trabajo, otros están tirados temblorosos por los rincones.
Es precisamente cuando suceden estas insurrecciones en el comportamiento de los individuos que agentes como Daniel deben intervenir. Al igual que en 1984, todos los ciudadanos están vigilados incluso dentro de sus hogares, las evidencias están claras, pero el ser humano es curioso por naturaleza, inconformista, rebelde. Gracias a la tecnología de inmersión mental, Daniel pasa a explorar la mente de estos ciudadanos irregulares. En ese momento pasamos de la distopía al surrealismo de una mente quebrada por un sistema implacable. Los ciudadanos aseguran ver monstruos, sombras que se mueven y sucesos inexplicables. Daniel debe explorar esas pobres mentes distorsionadas por el trauma para averiguar la verdad. Algo que tendrá un coste psicológico tanto para el examinado como para el examinador.
No quiero comentar mucho más al respecto, puesto que este juego daría para navegar por capas y capas de profundidad en cuanto a conceptos de intertextualidad, narrativa distópica, cine y surrealismo, textos dentro de textos, cuarta pared, y un larguísimo etcétera. Lo único que me queda por comentar es: simplemente juégalo, disfrútalo, recréate en sus escenarios y atmósfera, observa a cada ciudadano, cada rincón, lee cada trozo de papel que encuentres. Karma: The Dark World es una de esas experiencias que aparecen cada muy poco tiempo para remover los cimientos de nuestra concepción del medio. Es cierto que tiene algunas pegas (como los puzzles asociados a los coleccionables para los que tenemos un solo intento en la partida) pero es que son tan nimias que no merece la pena dedicar un apartado completo.
Karma: The Dark World es, posiblemente, el mejor juego de thriller y terror psicológico que vayamos a tener este año. Una soberbia mezcla de lo mejor de la ciencia ficción distópica de Orwell mezclado con el Surrealismo de Lynch. Un ejercicio de narrativa digno de las mejores producciones, con capas y capas de realidades y textos que harán que te plantees en todo momento si lo que estás jugando es “real”. No exento de pequeñas salvedades pero que las compensa de sobras con su excelente apartado técnico, la originalidad de la propuesta y su jugabilidad. Un verdadero homenaje para los fans de sus géneros en cualquiera de sus formas.
- Hemos realizado este análisis en PC con un código proporcionado por Wired Productions -
💚 Su ambientación y narrativa visual y textual. Mezcla sublime de thriller y horror psicológicos.
💚 Una carta de amor a la ciencia ficción distópica de la literatura y al surrealismo del cine.
💚 Técnicamente impecable.
💚 Original en sus mecánicas y puzzles.
❌ Algunos tirones y bajadas de frames momentáneos.
❌ Los puzzles de los coleccionables, reducidos a un sólo intento.
Juan Carlos es clase dual (Programador / Filólogo), antes era solodev y ahora proyecto de divulgador e investigador académico en game studies. Friki a tiempo completo y amante del videojuego de terror en todas sus facetas.